Tienes que estar hecho de una pasta muy especial para trabajar en el marketing digital de manera profesional. Cualquiera no vale para ser marketero, y aunque hay algunos -la mayoría- que lo hacen realmente bien, cada vez se está extendiendo más una rama realmente agresiva de entender el marketing y la publicidad.
Un marketing tan exagerado que hace que en algunos casos resulte imposible diferenciarlo de una estafa. Me refiero a todos esos cursos de inglés mágicos que aparecen cada dos por tres en YouTube, o los famosos anuncios de trading, trafficker y demás historias que salen hasta debajo de las piedras.
La imagen del gurú que ha alcanzado el Nirvana
Normalmente todos ellos giran en torno a un gurú que ha logrado el éxito y ha ascendido al olimpo de los ganadores. Y eso es así porque solo él conoce la fórmula mágica de lo que tú estás buscando, y su método no solo te hará conseguir tus objetivos -ya sea forrarte de billetes o hablar inglés- sino que lo conseguirás de manera prácticamente inmediata y sin esfuerzo. O al menos eso es lo que parecen dar a entender a primera vista.
La cultura del esfuerzo cada vez está peor vista en determinados sectores donde frases como “Si lo deseas con todas tus fuerzas lo conseguirás” han reemplazado al clásico “con esfuerzo, tiempo y dedicación todo se consigue”. El marketing más tóxico ha sabido explotar a la perfección este tipo de motivaciones para atraer a su clientela, y parece que no les va del todo mal.
Y esta clientela puede ser un estudiante, un señor en paro, un aprendiz de trader o una pieza más del sistema piramidal milagroso de turno. Al final el objetivo es que el usuario adquiera el producto y se deje una buena suma de dinero. Porque esto es lo realmente importante a fin de cuentas, el propio producto en sí (el cual, por cierto, muchas veces cuesta bastante identificar).
¿Dónde está mi precio, colega?
El dinero es otro aspecto clave, ya que este tipo de cursos por lo general no son nada baratos. Más bien al contrario. Y todos suelen coincidir en lo mismo: resulta dificilísimo saber cuál es su precio real. Normalmente para poder conocer el precio primero tienes que pasar por un embudo de ventas, que implica asistir a una charla de iniciación o realizar una entrevista telefónica. Momento en el que te dirán que el curso está valorado en 8.000 euros, pero que si lo contratas ya te lo dejarán en solo 1.500 euros. ¡Rápido antes de que se agoten! ¡Plazas limitadas!
Si a todo esto le sumamos la “oda al lujo” y la ostentosidad que promueven las figuras de los gurús de este tipo de negocios la sensación que nos queda es de total desconcierto. ¿Acaso solo buscan hacerse ricos a nuestra costa? ¿Os imagináis al director de vuestra academia de clases particulares saliendo en un anuncio montado en un yate? Sería bastante extraño cuanto menos.
Sin embargo, no todo es blanco o negro. Muchas empresas que emplean este tipo de marketing tan agresivo están ofreciendo un producto real, orientado a un nicho muy determinado. El problema es que se han pasado tanto con el marketing agresivo que uno ya no sabe si lo que venden es de verdad o nos están intentando vender la moto.
Al final lo que deberíamos hacer es dar un poco de marcha atrás con este tipo de publicidad, apostar por acercamientos más sincero y fomentar la creatividad para crear ganchos que nos atrapen por su ingenio y su valor intrínseco, más allá del número de coches deportivos o mansiones que aparezcan en el anuncio. Si confías tan poco en tu producto que lo tienes que esconder entre capas y capas de paja, entonces temo decirte, amigo, que tu producto no vale un carajo.
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